La verdadera estructura del poder mundial -
El Council on Foreign Relations (CFR) es una organización poco conocida pero muy influyente en los asuntos internacionales que ha ido creciendo en poder, prestigio y amplitud de ámbitos de acción, hasta tal punto que ya en nuestros días podemos decir que conforma el auténtico "cerebro del mundo" que direcciona el rumbo complejo e incierto hacia el que se empuja y arrastra al planeta entero. No existe pueblo, región o segmento económico, social, o político que pueda extraerse a su influencia y es, precisamente, el hecho de haber logrado permanecer "detrás del telón" lo que le otorga al CFR su inusitada fuerza e influencia. Hoy, el CFR conforma una organización discreta de muy bajo perfil público y de alta efectividad, integrada por unos 3.600 miembros del más alto calibre, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder.
De esta manera, reúne a altos directivos de instituciones financieras, colosos industriales y medios de comunicación social; a investigadores y académicos; a oficiales militares de máxima jerarquía; y a políticos, funcionarios públicos y decanos de universidades, facultades y centros de estudios. Sus objetivos fundamentales consisten en identificar y evaluar amplios conjuntos de factores políticos, económicos, financieros, sociales, culturales y militares que abarcan a toda faceta imaginable de la vida pública y privada de los Estados Unidos, de sus Aliados y del resto del mundo. Hoy, gracias al enorme poder de Estados Unidos, el ámbito de análisis del CFR abarca al planeta entero. En rigor de verdad, el CFR conforma un poderoso centro de análisis y planeamiento geopolítico y estratégico.
Sus investigaciones y evaluaciones son realizadas por distintos investigadores y grupos de trabajo conformados dentro del seno del CFR, que se dedican a identificar amenazas y oportunidades del entorno mundial, evaluar las fuerzas y debilidades de los intereses agrupados dentro del CFR, y realizar amplios planes estratégicos, tácticos y operativos en todos los ámbitos a los que nos hemos referido. Aunque estas intensas, profundas y efectivísimas tareas se realizan dentro del ámbito del CFR, la clave para comprender su accionar radica en el hecho de que el CFR jamás opera por sí misma, sino que son sus miembros individuales los que lo hacen. Y ello siempre desde sus ámbitos formales de acción y poder, que son las empresas multi y transnacionales, los bancos internacionales, las instituciones multilaterales internacionales, los gobiernos, las universidades, las fuerzas armadas y los medios de comunicación social. Esos mismbros del CFR jamás invocan o siquiera aluden a su pertenencia dentro de la institución, ni mucho menos la invocan.
Los ámbitos naturales de poder de cada uno de sus miembros a los que nos referimos son, por demás, muy poderosos ya que hoy encontramos que son miembros del CFR buena parte de los presidentes, gerentes y accionistas de las empresas Fortune 500 (1) que en su conjunto manejan casi el 80% de la economía estadounidense, emplean a más de 25 millones de personas, y en su conjunto tienen un valor de mercado que equivale a dos veces y media el PBI de los Estados Unidos. Pero también son miembros del CFR los máximos directivos de los grandes bancos como el Chase Manhattan de la familia Rockefeller que acaba de fusionarse con el banco J P Morgan, el Bank of America y el actual número, CitiGroup, cuya capitalización hoy excede los 250.000 millones de dólares; los directivos y formadores de opinión de los ocho monopolios multimedia mundiales; los rectores y decanos de las grandes universidades y facutades como Harvard, MIT Massachussets Institute of Technology, Columbia, Princeton, Yale, Stanford, y Chicago; y – factor clave en esta verdadera rueda de poder planetario -, los 150 puestos clave del gobierno estadounidense incluyendo los cargos más relevantes en sus fuerzas armadas.
En otra obra hemos brindado amplia información al respecto (2) ; aquí mencionamos a tan sólo unos pocos encumbrados y podersosos miembros del CFR como David Rockefeller, Henry Kissinger, Bill Clinton, Zbigniew Brzezinski, George H.W. Bush, la secretaria de estado Madeleine Albright, el especulador internacional George Soros, el juez de la corte suprema Stephen Breyer; Laurence A. Tisch (presidente de la cadena Lowes/CBS), Gral. L. Colin Powell, Jack Welsh (presidente de General Electric Company), W. Thomas Johnson (presidente de CNN), Katherine Graham (presidenta del grupo Washington Post / Newsweek / International Herald Tribune); Richard Cheney (secretario de defensa de Bush, presidente de la petrolera Halliburton y vicepresidente electo), Samuel "Sandy" Berger (asesor del presidente Clinton en seguridad nacional), John M. Deutch (director de la CIA del presidente Clinton), Alan Greenspan (gobernador del Banco de la Reserva Federal), Stanley Fischer (director gerente del Fondo Monetario Internacional), James D. Wolfensohn (presidente del Banco Mundial), Paul Volcker (presidente del CS First Boston Bank y ex gobernador de la Reserva Federal), John Reed (director y ex-presidente de CitiGroup); los economistas Jeffrey Sachs, Lester Thurow, Martin Feldman y Richard N Cooper; el ex-secretario del Tesoro, ex-presidente de Goldman Sachs y actual co-Chairman de CitiGroup, Robert E. Rubin, el ex-secretario de estado del presidente Reagan y "mediador" en el conflicto de Malvinas, Gral. Alexander Haig, el "mediador" en el conflicto de los Balcanes, Richard Holbrooke, el presidente de IBM, Louis V. Gerstner, el senador demócrata por el estado de Maine, George J. Mitchell, el diputado republicano, Newt Gingrich, y los asesores del presidente electo Bush, Condoleeza Rice, Robert Zoellick, Elliot Abrams, William Perry, Mark Falcoff, Paul Wolfowitz, Richard N. Perle, y Richard Armitage entre muchos otros.
Aquí, entonces, hallamos la clave de la alta efectividad del CFR, por cuanto aquellas decisiones y planificaciones que se realizan y acuerdan durante sus reuniones, conferencias, y grupos de trabajo a puertas cerradas, son luego ejecutadas por sus diversos miembros desde sus ámbitos formales de poder. ¡Y qué ámbitos de poder que son éstos!
Resulta lógico inferir que si dentro del CFR se diseña un conjunto de planes respecto de, digamos, la globalización de la economía y las finanzas, o cuales regiones del planeta tendrán paz y prosperidad, y cuales se hundirán en sangrientos conflictos, y se las decide llevar a cabo, entonces ¿que duda puede haber que la acción coordinada de personalidades como el presidente de la nación, sus secretarios de estado, defensa, comercio y tesoro, de los principales banqueros y financistas, capitanes de industria, directivos de medios de difusión, militares y académicos, habrá de conducir a resultados concretos, efectivos y, por cierto, irresistibles?
En verdad, para comprender cómo funciona realmente el mundo actual, resulta preciso diferenciar el poder formal del poder real. Lo que los medios de difusión nos transmiten con altísimo perfil público a diario en los noticieros de televisión y y en los periódicos no es otra cosa que los resultados visibles y concretos de las acciones de las estructuras del poder formal: especialmente los gobiernos nacionales y la reacción de los mercados ante las decisiones sualmente unilaterales de la estructura tecnocrática y supranacional de las finanzas y las empresas. Pero el poder real es aquél que de manera menos visible, planifica y decide qué va a ocurrir cuándo, dónde, y quienes lo ejecutarán.
El rol especial de los Estados Unidos de Norteamérica
Dado que Estados Unidos es hoy la única superpotencia del planeta, resulta razonable suponer que la estructura de poder mundial – pues de ello se trata – que administra el gobierno mundial, lo hace transitoriamente desde el propio territorio y estructura política y económica de los Estados Unidos. Ello no implica que el pueblo estadounidense necesariamente forme parte de este esquema, sino más bien que lo conforman sus elites y clase dirigente; el así llamado Establishment. Se trata, entonces, de poderes que operan dentro de Estados Unidos (como también lo hacen dentro del Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, España, Argentina, Brasil y Corea), pero no necesariamente pertenecen a los Estados Unidos (como sus contrapartidas en otras naciones tampoco representan a esos pueblos, ni obedecen necesariamente a sus intereses).
Para comprender como funciona realmente Estados Unidos, conviene recordar que sus políticas – especialmente su política exterior – se administran desde Washington DC (ellos mismos se refieren a su gobierno como "The Administration") que es la sede del poder formal. Sin embargo, el verdadero gobierno estadounidense impera desde Nueva York, sede del poder real. Ello es comprensible puesto que el poder real requiere de una sólida e ininterrumpida continuidad y consistencia para poder llevar a cabo complejas estrategias en el espacio y el tiempo que abarcan a todo planeta y se proyectan a través de décadas enteras. Estos centros de poder rápidamente comprendieron hace ya muchas décadas que no hay nada más ineficiente e ineficaz para la continuidad y consistencia en el diseño y ejecución de estrategias políticas, económicas, financieras y sociales, que el sistema democrático que con su alto perfil público y periódicos recambios obliga a dirigentes a dar permanentes explicaciones al demos a cada paso.
Cuánto mejor resulta operar discretamente, desde lo que formalmente es un mero gentlemen’s club (3) como el CFR, del que hombres poderosos e influyentes son miembros, directivos o incluso presidentes durante décadas enteras sin tener que rendirle cuentas a absolutamente nadie, fuera de sus pares dentro de la propia organización. Así, 3.600 poderosas personas pueden ejercer una influencia gigantesca sobre incontables miles de millones de seres humanos en todo el planeta.
Se trata, en rigor de verdad, del eje central de una verdadera red de hombres y mujeres poderosos, ya que el CFR es complementado por otras organizaciones análogas tanto estadounidenses como internacionales especializadas en el estudio de asuntos geopolíticos internacionales y promover el actual modelo global: The Hudson Institute, The RAND Corporation (4), The Brookings Institution, The Trilateral Commission (5), The World Economic Forum, Aspen Institute, American Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Cato Institute, Tavestock institute, y el Carnegie Endowment for International Peace, entre otros.
Todos estos think tanks o bancos de cerebros como se los denomina en el país del norte, reúnen a los mejores hombres en sus respectivos campos a condición de que estén claramente alineados con las premisas básicas de los objetivos políticos de los globalizadores: la creación de un gobierno mundial privado, la erosión sistemática de las estructuras de todos los estados-nación soberanos (aunque no de todos de la misma manera ni al mismo tiempo, se entiende!), la estandarización sociocultural, la imposición de un sistema financiero globalizado especulativo-usurario, el alineamiento de la opinión pública mundial a través de una poderosa acción psicológica a nivel planetaria, y la administración de un sistema de guerra global que mantenga la cohesión de las masas a través del permanente azuzamiento contra algún "enemigo", sea éste real o imaginario. (6)
Los primeros tiempos -
Corría el mes de Mayo del año 1919, cuando un grupo compacto de influyentes banqueros, abogados, políticos y académicos – todos ellos participantes de las conversaciones entre los Aliados vencedores y las Potencias Centrales derrotadas en los campos de batalla europeos -, reunidos en el Hotel Majestic de París tomaron una decisión trascendental: formar dos "bancos de cerebros" o logias para defender los intereses mundiales anglonorteamericanos. Desde estas instituciones que hoy han crecido hasta formar el centro de planeamiento geopolítico y geoeconómico más importante del planeta, se ha venido diseñando a lo largo de ochenta años un nuevo orden mundial que se acomoda a los intereses colonialistas anglo-norteamericanos y de sus aliados de entonces y de hoy.
La estrategia consistía en fundar dos entidades: uno en Londres que habría de denominarse el Royal Institute of International Affairs (RIIA – Instituto Real de Relaciones Internacionales), y otro en los Estados Unidos que tomaría el nombre de Council on Foreign Relations (CFR), con sede en la ciudad de Nueva York.
Ambas organizaciones portaban el claro sello ideológico del socialismo gradual como eje de control colectivo que ya hacia fines del siglo XIX fuera propugnado por la Sociedad Fabiana financiada por el Round Table Group del magnate sudafricano, Cecil Rhodes y la familia de financistas cosmopolitas Rothschild. Al CFR también le darían su apoyo y financiación las más pudientes y poderosas familias estadounidenses como Rockefeller, Morgan, Mellon, Harriman, Aldrich, Schiff, Kahn, Warburg, Lamont, Ford y Carnegie (ésta última, particularmente a través de una organización precursora del CFR, la Carnegie Endowment for International Peace).
Desde su creación, el CFR contó con un importante vocero que, aún hoy, sigue siendo la publicación más prestigiosa e influyente de los Estados Unidos en materia de análisis geopolítico: Foreign Affairs, del que se dice que "lo que hoy se publica en "Foreign Affairs" se transforma mañana en la política exterior oficial de los Estados Unidos".
Entre los fundadores y primeros directivos del CFR, hallamos a hombres de la talla de Allan Welsh Dulles, uno de los mayores exponentes de la comunidad de planeamiento, inteligencia y espionaje estadounidense que consolidaría la estructura de la CIA, central de inteligencia estadounidense; al periodista Walter Lippmann director-fundador del semanario The New Republic y agudo estratega en acción psicológica; a los banqueros Otto H. Kahn, y Paul Moritz Warburg, (7) éste último nacido en Alemania y emigrado a los Estados Unidos dónde en 1913 diseñó y promovió la legislación que desembocaría en la creación del Federal Reserve Bank, el banco central privado estadounidense que hasta nuestros días ejerce el control sobre toda la estructura financiera de esa nación.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y como parte del "nuevo orden mundial" de la posguerra, el Banco de la Reserva Federal se vería complementado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, también creaciones de miembros del CFR. Estas tres instituciones en su conjunto controlan el sistema financiero globalizado actual. Conviene aquí señalar que la única verdadera globalización que hoy se aprecia en el mundo es la del sistema financiero que ha escapado a todo control nacional, pues los sistemas económico y político hoy siguen transitoriamente centrados en torno al ámbito nacional. (8)
Entre los fundadores del CFR, hallamos por ejemplo al geógrafo y presidente de la American Geographical Society, Isaiah Bowman, quien tendría a su cargo el equipo angloestadounidense que redibujaría el mapa de Europa tras la Primera Guerra Mundial y que – Tratado de Versalles mediante -, tantos trastornos habría de traer en las décadas subsiguientes. Fueron dos economistas del CFR, Owen D. Young y Charles Dawes, quienes durante los años veinte diseñarían e impulsarían los planes de "refinanciación" de la deuda de guerra impuesta a Alemania por ese mismo Tratado. Fueron miembros del CFR quienes como altos directivos del Banco de la Reserva Federal generarían las distorsiones y astringencias monetarias que ayudaron a desatar la crisis financiera de 1929. Fueron miembros del CFR quienes presionarían sobre la opinión pública – a través de los poderosos medios de difusión bajo su control como las cadenas radiales NBC y CBS y los periódicos Washington Post y New York Times, para quebrar la neutralidad estadounidense ante la nueva guerra desatada en Europa a partir de 1939.
La Segunda Guerra Mundial -
Durante esta contienda en la que Estados Unidos recién participaría formalmente hacia fines de 1941, miembros de alto rango dentro del CFR conformaron el War & Peace Studies Project que se integró lisa y llanamente al Departamento de Estado norteamericano (9) diseñando sus políticas hacia el Japón y Alemania, y luego preparó otro "nuevo orden mundial" para después de la previsible victoria Aliada. De esta manera, el CFR diseñó y promovió la creación a partir de 1945 de la Organización de las Naciones Unidas como instancia de administración política mundial y algunas de sus agencias económicas clave como el FMI y el Banco Mundial, a través de sus miembros Alger Hiss (10), John J. McCloy (11), W. Averell Harriman, Harry Dexter White (12), James Lovett (13), Dean Acheson (14), George Kennan (15), Charles Bohlen (16) y otros, como así también a través de las conferencias de Dumbarton Oaks (para crear la ONU), Bretton Woods (para crear el FMI, Banco Mundial y el GATT/OMC), Teherán y Yalta (conferencias en las que se acordó la división del mundo en esferas de dominio entre Estados Unidos y la URSS).
Terminada aquella contienda, el Presidente Harry S. Truman instauraría la conocida "Doctrina Truman" de seguridad nacional que toma como punto de partida la doctrina del containment – contención del expansionismo soviético - propuesta por otro miembro del CFR a la sazón embajador en Moscú: George Kennan, en un conocido artículo aparecido en las páginas de Foreign Affairs y firmado "X", como así también la directiva NSC68 del National Security Council redactado por Paul Nitze, del CFR. Otro tanto fue el caso del así-llamado "Plan Marshall" diseñado por un grupo de trabajo del CFR y ejecutado por W. Averell Harriman entre otros.
El cerebro del mundo
De manera que para comprender al mundo contemporáneo, bien vale la pena evaluar y analizar lo que hace, dice y propaga el CFR, pues muchas de sus actividades no son secretas sino meramente discretas. Cualquier persona que visite su sede en la residencial Park Avenue esquina calle 68 de la ciudad de Nueva York, como lo ha hecho el autor de la presente nota, podrá obtener un ejemplar de su Memoria y Balance en el que figuran descripciones oficiales de sus actividades y la nómina de sus más de 3.600 miembros. De manera que la información está disponible para quien quiera tomarse el trabajo de pedirla y luego procesarla, analizarla y tomarse el trabajo de correlacionarla con otros datos relacionadas con esas mismas personas. Preciso es investigar la manera en que a lo largo de este siglo el CFR - sólo o en coordinación con otras organizaciones hermanadas - ha ejercido determinante influencia sobre la más amplia gama de corrientes ideológicas, eventos políticos, guerras, fenómenos de acción psicológica, crisis económicas y financieras, encumbramientos y defenestraciones de personalidades de alto relieve y otros hechos impactantes – muchos claramente inconfesables – que han marcado el rumbo de la humanidad a lo largo del tumultuoso siglo que acaba de terminar.
Es que pareciera que nos tienen a todos demasiado ocupados y fascinados como espectadores pasivos de los vertiginosos eventos y hechos que a diario se suceden en todo el mundo, como forma de asegurarse que a nadie – o al menos a pocos -, se les ocurra fijar la atención en otro lado, para identificar ya no tanto los efectos y resultados impactantes de muchas decisiones y acciones encubiertas, sino más bien los orígenes reales y concretos de esas mismas decisiones y acciones. Para el éxito de este gigantesco fenómeno de acción psicológica colectiva – pues de ello se trata –, los medios masivos de comunicación social cumplen un rol vital y esencial. Pues son ellos los instrumentos cuyo objetivo consiste en propiciar la anulación de la capacidad de pensamiento independiente y creativo entre los pueblos. Para ese fin parecieran estar CNN, CBS, NBC, The New York Times, The Daily Telegraph, Le Figaró, The Economist, The Wall Street Journal, Le Monde, The Washington Post, Time, Newsweek, US News & World Report, Business Week, RTVE, todos dirigidos por personeros del CFR y/o de sus organizaciones hermanas en otras naciones. Luego la información y opiniones que propagan son repetidas ad nauseam por todos los medios "serios" en todos los países del mundo.
En verdad, estos medios, la industria del entretenimiento y las estructuras educacionales conforman una suerte de continuum que contiene implícitamente un conjunto de ejes de acción psicológica colectiva. Podríamos decir que en términos generales una de las estrategias más importantes de dicha acción psicológica se centra en ocultar o al menos soslayar y disimular, tres realidades fundamentales que para las fuerzas globalizadoras resultan muy poco conveniente que sean debidamente conocidas y comprendidas por la opinión pública mundial y en cada país:
Cómo funcionar realmente el mundo. La opinión pública ha de pensar que el mundo funciona según lo que indican los medios de difusión; ha de creer que los gobernantes realmente gobiernan y que son elegidos por la voluntad soberana del pueblo. La realidad es muy diferente.
Que la situación de las distintas naciones puede que sea difícil pero que todo se terminará resolviendo a medida que el proceso de la globalización se enraíce. Ello conlleva implícita la idea de que la felicidad de las naciones se halla íntimamente ligada al nivel de alineamiento a las pautas y exigencias del proceso globalizador. En el caso de la Argentina, se pretende hacernos creer que las cosas están mal pero que van a mejorar; que es sólo cuestión de renegociar (¡una vez más!) los pagos de la deuda externa, que es sólo cuestión de flexibilizar alguna legislación, privatizar más empresas y reformar el Estado para que todo se resuelva como por arte de magia. La realidad es muy diferente. En el caso de la Argentina, estamos ante la probable desaparición lisa y llana de la Argentina dentro del Leviatán globalizador.
Que, nos guste o no, no existen opciones a la globalización; que la misma es irresistible, indetenible; que su poder es invulnerable y sus exigencias inapelables. Pero aquí también la realidad resulta ser muy diferente. La globalización no es tan poderosa e invulnerable como se nos la presenta. Tiene importantes contradicciones internas algunas de las cuales abordaremos en el presente ensayo y – lo más importante –, existen opciones y alternativas al modelo rígido y único que ofrece al mundo.
¿Qué es la globalización, entonces?
Llegados a esta instancia, se plantea una pregunta esencial que es definir qué es la globalización a la luz de esta realidad que observamos. Aventuramos una definición en el sentido de que el proceso de la globalización conforma una ideología que tiene claros objetivos e intereses políticos y económicos. El vocablo "globalización", no es más que un eufemismo que encubre una realidad más profunda que los propios mentores del sistema han definido desde hace casi un siglo como "nuevo orden mundial": así denominaron el mundo tras la primer guerra mundial, lo hicieron nuevamente tras la segunda guerra mundial y, más recientemente, tras el colapso del imperio soviético, según lo definió el entonces presidente George Bush, padre del actual presidente electo.
La característica principal del fenómeno de la globalización es que aunque sustenta su poder sobre lo económico y especialmente lo financiero, en el planeamiento de sus intereses globales, conforma un proceso auténticamente político. Como nos enseña el politólo germano Carl Schmitt, el ámbito natural de la política distingue entre amigos y enemigos, siendo la definición que da de enemigo la clásica: no tanto un inimicus, el enemigo personal de cada uno de nosotros sino más bien en el sentido de hostis, que es el enemigo de la comunidad, del grupo, de la institución, o de la nación. Así, deviene en hostis todo grupo, nación, ideología, credo, empresa, gobierno, ejército u otra organización o fuerza que activa o pasivamente se oponga a los objetivos e intereses del proceso de globalización.
Dentro de este marco conceptual, el principal hostis que los planificadores de la globalización han identificado desde hace ya muchas décadas es el concepto de lo nacional y el Estado-nación soberano como su instrumento ejecutor. En pocas palabras, para defender y promover sus intereses planetarios que prevé un modelo reingenierizado del mundo, los promotores de la globalización no tienen otra opción que combatir las raíces de lo nacional en todo el mundo y a todos los Estado-nación soberanos; cada uno según sus características, historia, fuerza relativa y permeabilidad a alinearse al modelo globalizador. En las elocuentes palabras de Richard Gardner, uno de los pensadores del CFR, "....En pocas palabras, la ‘casa del orden mundial’ tendrá que ser construida desde abajo para arriba.....impulsando una carrera final alrededor de la soberanía nacional, erosionándola pedazo a pedazo, con lo que se logrará mucho mas que con el anticuado método del asalto frontal" (el resaltado es nuestro). (17)
El modelo planetario propugnado por el CFR podríamos describirlo como la conformación de una suerte de "fábrica" planetaria creadora de bienes y servicios, con su contrapartida de un "supermercado" planetario de consumo de esos bienes y servicios. En ese modelo, la "góndola" que le toca a la Argentina es la de mera exportadora de commodities y los servicios de apoyo táctico asociados con ellos. Es un modelo de una Argentina de no más de 12 a 15 millones de personas....
En ese modelo planetario, no hay lugar para el Estado-nación soberano, por cuanto es un modelo sustentado eminentemente sobre conceptos económicos y financieros; es un proyecto ideado y alineado con un conjunto de poderosísimos intereses privados.
En rigor de verdad, hoy podríamos decir que la gran privatización que se ha dado en el mundo y por cierto en la Argentina no se limita a tal o cual empresa de servicios públicos o a un determinado segmento del mercado. La gran privatización que se está produciendo en el mundo y que se ha producido en la Argentina es la privatización del poder. Ello se refleja elocuentemente en la última Memoria y Balance del CFR correspondiente al año 1999, en la que el vicepresidente del CFR, Maurice Greenberg (18) nos anuncia que en el mundo actual ya no se trata de diseñar tan solo una geopolítica sino que el eje de poder hoy conforma una auténtica "geoeconomía", que no es más que el blanqueo de esta realidad que es la privatización del poder. Según Greenberg, "En política exterior ha llegado el momento de cambiar nuestro principio organizador central de la geopolítica a la geoeconomía; de las preocupaciones tradicionales del equilibrio de poder a los conceptos económicos y de seguridad.....En mi opinión, la mayor amenaza para la seguridad estadounidense provendría de un colapso económico mundial." (19)
II. El problema argentino
El principal problema que afecta a la Argentina no es ni económico ni financiero sino político. En gran medida hemos llegado a la situación de crisis actual debido a que sistemáticamente nuestras dirigencias políticas y empresarias han estado – conciente o inconcientemente -, alineadas con el paradigma intelectual de los promovedores de la globalización. Proponemos hacer un muy rápido repaso de algunos de estos factores sobre los que nos hemos explayado en mayor detalle en otra obra. (20)
La mano invisible de los mercados
Ciñámonos, entonces, a la problemática económica ya que ésta es la que hoy con inusitada urgencia afecta, preocupa y golpea a prácticamente todo el pueblo argentino. Al abrir de par en par las puertas a las arbitrarias e inequitativas pautas y paradigmas del neoliberalismo hipercapitalista, nuestros dirigentes nos han dejado inermes ante las fuerzas del mercado; ante aquella proverbial "mano invisible" preconizada por Adam Smith en 1776 al decir que los mercados garantizarían la riqueza de las naciones. Hoy, sin embargo, esa mano invisible más que una mano ha devenido en un verdadero puño que nos golpea a todos con creciente violencia. Y no sólo en la Argentina.
Pareciera llegada la hora de comprender que esa "mano invisible" – o puño -, está articulada por un poderoso brazo y que ambos son instrumentos de dominio de ese neoimperialismo del nuevo orden mundial globalizador. Ese musculoso "brazo" que controla y dirige a los mercados está controlado, a su vez, por un verdadero "cerebro" que planifica y direcciona todo el proceso globalizador, tanto desde el ámbito público como el privado. Por eso resulta clave identificar y desentrañar cuales son los planes que ese cerebro tiene y se propone realizar en relación al mundo en general y la Argentina en particular: de ahí la importancia de saber qué piensa, como opera y qué planifica la red de poder real mundial conformada en torno al CFR.
El drama argentino se debe en gran medida a que nuestros dirigentes políticos, empresarios y académicos han asumido como propios – sea por (de)formación profesional, por intereses creados o por debilidad de voluntad – el conjunto de paradigmas intelectuales y pautas de pensamiento del enemigo – hostis - globalizador. Difícilmente nos pueda ir bien como país si dejamos en manos de estas dirigencias los asuntos públicos (los privados también lo están pero ello se puede corregir desde el ámbito público). Obvio que temas fundamentales como las funciones indelegables del Estado, la problemática de la moneda, la deuda externa y otros factores no podrán ser resueltos por hombres y mujeres – los apellidos resultan por de más conocidos como para repetirlos aquí -, quienes se sienten auténticamente identificados con el modelo planetario propugnado por la globalización.
En rigor de verdad, el modelo de dominio actual necesita imperiosamente de una clase representante gerenciadora local que ejecute su plan en la Argentina aunque más no sea por razones de psicología colectiva (sería constitucionalmente ilegal y quedaría poco prolijo que nuestros ministros de economía, presidentes y gerentes del banco central, o presidentes fueran personeros directamente relacionados al CFR que, por ejemplo, no portaran apellidos de raigambre local o hablaran con dificultad nuestro idioma).
Hechas estas aclaraciones, nos permitimos aborar un par de temas clave que hacen a la gran problemática política y económica argentina y que confluyen en el problema de la deuda externa.
La Ley de Convertibilidad y sus consecuencias
Más allá del hecho de que el diseño del plan de convertibilidad obedeció en gran medida a las pautas y objetivos de la red de think tanks o bancos de cerebros motorizada desde el Council on Foreign Relations, - esta vez a través de, entre otros, Steve Hanke del Cato Institute, uno de los principales asesores del ex-ministro de economía Domingo Cavallo - debemos reinterpretar lo que significa realmente la Ley de Convertibilidad de 1991.
La realidad es que – y de esto no podemos culparlos tan solo a Menem y a Cavallo -, el origen del problema radica en que en 1989 Argentina se quedó sin moneda. El Austral lisa y llanamente desapareció como moneda creíble por cuanto dejó de cumplir las cuatro funciones clave de toda moneda soberana y murió hiperinflacionado:
medio de intercambio de bienes y servicios,
unidad de medida de valor y precio,
instrumento de atesoramiento (ahorro),
instrumento de expansión económica (crédito).
Los dos años, 1989 y 1990, vieron entonces algo realmente dramático que se ha soslayado desde entonces y que conforma el orígen fundamental de nuestros males actuales: la destrucción de la moneda Argentina. Pero no nos engañemos, la Ley de Convertibilidad no nos devolvió nuestra moneda soberana, pues desde entonces Argentina dejó de emitir moneda a través del Banco Central, el cual se transformó en mero tenedor de una masa de divisas – básicamente dólares estadounidenses -, que en lugar de ser puestas en circulación lisa y llanamente, se las retuvo para ser utilizadas como "respaldo" de cada peso emitido. De forma tal que cada peso circulante no es más que una suerte de "vale" que indica que el Banco Central dispone de un dólar para respaldarlo. O sea que la tan mentada convertibilidad es una dolarización encubierta y el peso argentino no es más que una moneda falsa.
Para colmo, esos dólares ni siquiera se encuentran en el Banco Central ya que se ha optado por invertirlos en el exterior, mayormente en el Deutsche Bank de Nueva York…
Recuperar una moneda auténticamente soberana implicaría restaurar al Banco Central para que ejerza todas las funciones soberanas que legítimamente le corresponden por derecho a un Estado soberano. Y vale recordar que la función esencial de un banco central radica en su capacidad de monetizar la economía nacional según las necesidades de las fuerzas del trabajo, de la producción y de las riquezas de la nación. Esa es la economía real que poco o nada tiene que ver con alguna arbitraria masa de dólares en sus arcas, o con algún conjunto de parámetros y expectativas propias de especuladores, agiotistas y usureros. Vale entonces recordar cuales son aquellas funciones esenciales e indelegables de la banca central en una nación soberana:
monetizar la economía según sus verdaderas necesidades con el objetivo de mantener altos niveles de producción y empleo, y niveles aceptables de inflación o deflación de precios;
fijar la tasa de interés base para todo el sistema bancario y financiero nacional;
fijar los encajes bancarios y supervisar la operatoria de los bancos;
determinar o al menos influir sobre la tasa de cambio respecto de las principales divisas mundiales.
La Ley de Convertibilidad le quitó las primeras dos funciones al Banco Central argentino, por lo que nuestra economía quedó inerme ante las medidas macrofinancieras adoptadas por el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, las cuales usualmente no coinciden – ni tienen por qué coincidir - con nuestras necesidades monetarias. Hoy nuestro país importa la inflación del dólar, lo que se manifiesta en un factor que profundiza nuestra recesión y precipita la incipiente implosión económica y financiera nacional.
La tercera función arriba mencionada resulta de bajo poder en un sistema bancario como el nuestro que está casi íntegramente desnacionalizado, mientras que la cuarta y última función directamente no existe por cuanto la convertibilidad ha fijado una paridad artificial, inicua y aparentemente "inamovible" entre el peso y el dólar.
¿Se viene la dolarización?
Nuevamente el economista del Cato Institute de los Estados Unidos, Steve Hanke, hoy recomienda apasionadamente la inmediata dolarización lisa y llana de nuestra economía, proyecto al cual se han alineado implícita y explícitamente personalidades como Domingo Cavallo, el menemista ex-secretario de planeamiento Jorge Castro, el consultor Miguel Angel Broda, el presidente del Banco Central, Pedro Pou, y el actual ministro de defensa y posible próximo ministro de economia, Ricardo Lopez Murphy.
Si se consuma, la dolarización implicaría ceder todos nuestros derechos soberanos en materia financiera. No solo tendría un efecto estructural – mayormente consumado ya bajo la Ley de Convertibilidad según hemos dicho -, sino que tendría un enorme efecto psicológico de graves consecuencias. Pues el pueblo argentino descubriría que toda su vida económica quedaría expresada, regida e instrumentada utilizando la moneda y el modelo macroeconómico y financiero que conviene a la superpotencia del norte. Nos obligaría a buscar una nueva definición para el propio término "argentino"; ya que se desdibujaría todo significado de ese vocablo.
Los ejes de la soberanía no son tanto los símbolos formales como la bandera, el escudo nacional o un mapa político determinado. Los ejes de la soberanía pasan por el poder real del que dispone un Estado sobre los resortes clave que hacen al destino y bienestar económico, financiero, político, tecnológico, cultural y militar de la comunidad de la que es instrumento. Dolarizar en la Argentina implicaría empujarnos aceleradamente hacia el abismo de la disolución nacional.
Una salida del corsette de la Convertibilidad
No vaya a pensar el lector que estamos proponiendo una salida irreflexiva de la Convertibilidad. Cuando la situación es grave, deben adoptarse medidas de fondo pero fríamente calculadas y tomadas con gran cautela evitando posiciones extremas; justamente el auténtico accionar político rara vez permite adoptar decisiones en base a esquemas de "blanco o negro", por cuanto la realidad y las limitaciones propias (que en la Argentina son una multitud), nos obligan a buscar esas soluciones entre la amplia gama de grises que el pragmatismo nos aconseja.
Creemos, sin embargo que la Convertibilidad conforma una estrategia que circunstancialmente conviene mantener, mientras que la paridad cambiaria – el "1-a-1" que ha arrastrado a decenas de miles de PyMEs, a millones de argentinos y a toda una base industrial a situaciones límite conforma una suerte de táctica que sí puede y debe flexibilizarse.
Sin embargo, bien sabemos que cualquier modificación por decreto, por así decirlo, del "1-a-1" conllevaría fuertes peligros debido principalmente a factores psicológicos colectivos – tanto locales como externos -, pues aún no han cicatrizado las heridas del trauma hiperinflacionario de 1989/90. De manera que más que modificar cuantitativamente esa paridad del peso con el dólar, se la debiera modificar cualitativamente.
Así, se la podría redefinir para que en lugar de atar cada peso a un dólar, se definiera el valor del peso según una canasta de cinco monedas clave para la Argentina. Esa canasta bien podría integrarse con el dólar, el real, el euro, el yen y el franco suizo. El peso ponderado de cada una de esas divisas podría variar según el origen de nuestras acreencias y según evolucionen nuestras exportaciones, por ejemplo. De manera que la canasta de monedas flexibilizaría la verdadera paridad del peso según la evolución de parámetros concretos y medibles de la economía real y no tan sólo de la especulación financiera. El peso podría equilibrarse en su verdadero valor respecto del real brasilero y del euro, por ejemplo, facilitando las exportaciones argentinas hacia el Brasil y la Unión Europea.
Una vez consolidado este nuevo esquema de paridad cambiaria, se podría entonces buscar otros mecanismos o - mejor aún -, podríamos diseñar una moneda auténticamente soberana y nacional, que paulatinamente vaya reemplazando el peso falso que hoy tenemos. Si ello se hace desde un Estado crecientemente fuerte, dirigido por un gobierno idóneo que sepa generar credibilidad, entonces esa nueva moneda se iría imponiendo al actual peso falso y veríamos como a los pocos años la Convertibilidad terminaría dejando de tener razón de ser.
Pero un plan de esta naturaleza no nos va a venir diseñado desde el Council on Foreign Relations. Ni tampoco esperemos que nos vayan a brindar apoyo y asistencia los expertos y técnicos de Harvard, Chicago o del Cato Institute. Un proyecto que procure recuperar la soberanía financiera y económica lo tendrá que diseñar economistas auténticamente alineados con el interés nacional argentino: hombres y mujeres que piensen con el cerebro propio y no con el ajeno; que impongan lo que necesitamos nosotros y no lo que les conviene a los que controlan las finanzas globalizadas, las empresas transnacionales y los representantes locales de ambas.
La deuda externa argentina
Visto desde la óptica de la estructura de poder descripta en el presente ensayo, no caben dudas que Argentina debe realizar el correcto diagnóstico en torno de su deuda externa en el sentido de que la misma hoy conforma la principal, si no única, hipótesis de conflicto externo. Hoy, esta deuda externa conforma el instrumento primario de dominio sobre la Argentina. A modo de propuesta absolutamente imagniaria, si nuestro país llegara a acceder por algún canal insospechado a enormes fuentes de divisas que permitieran al gobierno - sea del tinte político que sea -, saldar la totalidad de nuestra deuda externa a los diversos acreedores inmediatamente, seguramente estaríamos haciéndoles lo peor que se le puede hacer a este modelo globalizador: nos estaríamos liberando de las cadenas de coloniaje que nos imponen, les estaríamos estropeando un pingüe negocio y, encima, los obligaríamos a tener que trabajar por cuanto los bancos acreedores tendrían que buscar a algún otro país iluso – por no decir estúpido – al cual prestarle esos cientos de millones de dólares a tasas de interés usurarias.
No dudamos que si Argentina –o cualquier otro país endeudado o "economía emergente" como hoy se nos ha dado en llamar por cuanto ya ni nos consideran "países" sino "economías" – pudiera y decidiera saldar íntegramente su deuda externa (21), los geopolíticos y geoeconomistas de los centros de poder mundial buscarían y hallarían cualquier cassus belli para rechazar nuestra pretensión y mantenernos a sangre y fuego atados a las cadenas que hoy nos aprisionan. De manera que a no confundirse: la deuda externa es un sistema y un instrumento que beneficia enormemente a los promotores de la globalización en lo político, económico, social, y territorial.
Una clara conclusión que podemos derivar de todo esto es que el problema de la deuda externa es entonces, por sobre todo, un problema político por lo que no puede ni debe dejarse en manos de economistas, financistas y los consabidos "técnicos" y "especialistas", la mayoría de los cuales han sido educados en las universidades del sistema globalizador – Harvard, Columbia, Chicago – o trabajan para los propios circuitos financieros y centros bancarios de ese sistema. Parafraseando al agudo ex –primer ministro francés Georges Clemenceau (22) quien dijo que la guerra era demasiado importante para dejarla en manos de los generales, hoy en Argentina podemos decir que la deuda externa es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas y expertos.
Correspondientemente, la deuda externa requiere que se la inserte dentro de un marco político que debe determinar no solo las características propias del problema de la deuda si no también las características del entorno político dentro del cual se la debe abordar. Como aspecto primario, debe evaluarse pragmáticamente cuales son las fuerzas de poder relativo que asisten a la Argentina como país deudor y al conjunto de sus acreedores.
Para resolver el problema de la deuda externa las razones técnicas, financieras y jurídicas no bastarán. El factor clave lo conforma el nivel de poder político, en el más amplio sentido del término, del que dispondremos para imponer nuestra voluntad, para obligar a las partes a sentarse en la mesa de negociación, para esclarecer y polarizar la opinión pública nacional, regional y mundial y para resistir los embates encubiertos de todo tipo que el propio sistema ejercitará contra nosotros. Pues en política, todo se decide en base al poder del que se dispone lo que un objetivo prioritario argentino debe ser recuperar el poder perdido y mientras tanto no arriesgar más de lo que estamos en condiciones de perder.
La deuda externa hoy es impagable. Apenas si podemos pagar los intereses de la deuda en el 2000; los que genere en el 2001 – unos 13.000 millones – probablemente no podamos pagarlos pues la deuda y sus intereses crecen mucho más rápido que la economía argentina y nuestro futuro crecimiento está limitado por razones estructurales: el artificialmente elevado "costo argentino" que nos saca de competitividad, los subsidios estadounidenses y europeos que impactan negativamente sobre nuestras exportaciones agropecuarias y otros factores similares.
Debemos planificar otras opciones que no sean la de "patear la pelota para adelante" por cuanto adelante ya sólo parece haber un abismo… Debemos generar un modelo de la deuda externa por lo que entonces comprenderemos que no tenemos una deuda externa, sino muchas y diferentes deudas externas. Debemos dividir el problema en sus partes principales y no abordarlo todo de una sola vez. Ello nos obligará a rechazar toda postura irracional e infantil y en el tema de la deuda externa existen dos posturas extremas y por ende absolutamente inflantiles: no se paga la deuda (postura infantil de la izquierda con su grito de guerra "minga al FMI" (23)) y la deuda se paga pase lo que pase (postura infantil sostenida por el gobierno actual y anterior (24)).
En rigor de verdad, la deuda requiere ser negociada tramo por tramo y parte por parte. El dictámen del juez Jorge Ballesteros del 13 de julio de 2000 es un instrumento importantísimo que se ha tratado por distintos expertos en el presente compendio. Queda en claro que la deuda contratada bajo el último gobierno militar entre 1976 y 1983 es claramente ilegítima en sus orígenes, destino, y aspectos formales que hacen a la misma. La presión mediática mundial iniciada en los años setenta y especialmente en los ochenta y noventa obligaron a investigar las acciones de las cuatro juntas militares durante la lucha antisubversiva habiéndose persuadido a la opinión pública de la existencia de 30.000 desaparecidos y horrendos crímenes de todo tipo. Más allá del fuerte componente de acción psicológica manipulada desde el exterior que hubo en torno a todo este proceso – del que la reciente "crisis" de las "Madres de la Plaza de Mayo" y su insólita jefa, Hebe de Bonafini son apenas la punta del iceberg -, debemos aceptar que aquél gobierno devino en ilegítimo por sus distintos accionares políticos y económicos. El propio gobierno democrático de Raúl Alfonsín hizo juzgar y condenar a las cuatro juntas militares.
La pregunta obvia, entonces, se impone: si el gobierno del "proceso" fue ilegítimo, ¿por qué debemos hacernos cargo de pagar las ilegítimas deudas que contrataron a través de sus operadores políticos, económicos y financieros de entonces? ¿Por qué debemos pagar esa deuda más sus intereses que hoy conforman más de la mitad de la deuda externa argentina y que fuera generada por figuras emblemáticas de aquél oprobioso gobierno como lo son José Alfredo Martínez de Hoz, Jorge Wehbe, Domingo Cavallo, Roberto Alemann, Adolfo Diz, Guillermo Walter Klein, José Luis Machinea y tantos más?
Se nos responderá que buena parte de esa deuda que originalmente se repartía entre unos veinte bancos, hoy gracias al ingenioso Plan Brady concertado por Menem y Cavallo, se ha atomizado entre unos dos millones de inversores. Responderemos que toda inversión implica riesgo y que haber invertido en bonos de deuda contratada por un gobierno ilegítimo, golpista y antidemocrático claramente contenía una cuota de riesgo. Se nos responderá que entre esos millones de inversores hay ciudadanos y empresas argentinas incluyendo a las AFJP. Responderemos diciendo que nuestro objetivo es obligar a todas las partes a sentarse en la mesa de negociación para ver como se resuelve un problema gravísimo que es un problema de todos y no solo un problema del pueblo argentino respecto del cual se pretende resolverlo en forma simplista haciendo que se lo resuelva únicamente con nuestro y solamente nuestro sacrificio.
Es hora que se sienten a esa mesa de negociaciones el gobierno, los bancos internacionales, los fondos de inversión, el FMI y otros entes multilaterales, y todos los demás actores en este verdadero drama de la deuda externa.
Hacia un modelo de la deuda externa
Ello implica elaborar un conjunto de ejes estratégicos para abordar el problema de la deuda externa que esbozamos en el cuadro siguiente, que procurar determinar qué parte de la deuda es legítima y que parte no lo es. El pago riguroso de nuestra deuda legítimamente contratada nos generará la credbilidad necesaria para renegociar los tramos cuya legitimidad esté puesta en duda por diversas razones.
Luego debemos determinar de lo que corresponda pagar, cómo se condicen los compromisos con nuestras reales posibilidades de pago, procurando negociar un tratamiento arancelario más favorable para nuestros productos en determinados mercados y toda una amplia serie de factores políticos, jurídicos, económicos, y financieros que deben ser evaluados en su justa proporción.
Modelo de análisis inicial de la deuda externa (borrador)
Cuantificación y estructura
Calificación
Estrategia
Planes (actores)
Objetivos
Pública
Nivel:
Nacional
Provincial
Municipal
Estructura:
Bancos
Entes multilat.
Bonos Publicos
Regionalizac.
Otros
Períodos:
Pre 1976
1976-83
1983-90
1990-2001
Plazos:
corto (1 año)
mediano (5 años)
largo (más de
5 años)
Legítima
Definir res-ponsabilidades de todas las partes
Identificar amenazas políticas externas
Mantener continuidad de pagos
Renegociar plazos
Capacidad de pago argentino: definir
Nivel de intereses: renegociar (doctrina Espeche Gil),
Insolvencia del Estado: introducir concepto para generar limitación,
Vaticano: coordinar estrategias con la Iglesia
Antecedentos historicos: New Deal, Inglaterra tras II Guerra Mundial, Alemania
Jurisdiccion: recuperar la jurisdiccion argentina; evaluar opciones judiciales en el exterior.
Moratoria: evaluar consistencia y legalidad
Operaciones no mone-tarias: deuda transforma-da en inversion local
Asistencia puntual: "nuevo Plan Marshall"
Club de países deudores: regional – mundial.
Estrategias politicas: identificar y evaluar
Estrategias comunicacionales: esclarecimiento interno y externo; dirigencias; regional; mundial.
Juicio de la Deuda: dictámen Juez Ballesteros – juicio Alejandro Olmos
Con bancos acreedores
Con entes multilaterales (FMI, BM, OMC y otros)
Con inversores locales / internacionales
Acciones desde el Estado
Recursos financieros internos: fiscales, expansion economica, otros
Recursos financieros externos: negociación con la OMC
Recursos naturales nacionales
Operadores interna-cionales: calificadoras de riesgo, consultoras, medios, etc
Congreso Nacional: dictamen Ballesteros
Aspectos técnicos,
Aspectos políticos,
Países de la region: coordinación política y estratégica
Sector privado: coordinación con empresas
Coordinación con sindicatos, Iglesia
Coordinación con organizaciones intermedias
Otros operadores locales
Otros antecedentes: dictamen Parlamento Italiano (doctrina Espeche Gil)
Banco Central de la RA
Moneda nacional: recuperación
Renacionalización de empresas públicas clave.
Deuda como % del:
PBI
Presupuesto nac.
Exportaciones industriales
Crecimiento economico
Estructura de deuda que sea:
Manejable a mediano y largo plazos,
Creible,
Accetable por las partes,
Refleje posibilidades reales del país
Permita gobernabilidad
Objetivos políticos:
Concientizacion nacional, regional y mundial.
Obligar a las partes a sentarse a la mesa de negociaciones
Evaluar todas las opciones; evitar posturas extremas,
Impulsar estrategias que se condigan con el poder político del que disponemos.
Cuantificación y estructura
Calificación
Estrategia
Planes (actores)
Objetivos
No legítima
Describir / documentar / identificar
Intensa campaña esclarecedora mediática
Identificar y evaluar amenazas políticas externas
Evaluar deuda nacionalizada
Dudosa
Bonos Brady
Amenazas políticas externas e internas
Privada
Empresas
Definir incidencia
Dividendos
III. La crisis venidera del sistema financiero globalizado
La crisis no es sólo de la Argentina…
Deuda externa, déficit fiscal, saldo comercial negativo, altas tasas de interés, el "corsette" de la Convertibilidad, el espectro de la inflación… Estos son apenas algunos de los graves peligros que en forma crónica acechan a la economía argentina y que sirven para mantenernos apesumbrados y a nuestras dirigencias dócilmente alineadas detrás del modelo neoliberal de la globalización y serviles ante sus exigencias y "recetas". Pero hay algo más detrás de todo esto que nos estaría indicando a las claras que la crisis no es sólo de la Argentina. Ni siquiera lo es solamente de la región o del conjunto de los así-llamados países "emergentes". La verdadera y mucho más grave crisis que se nos viene encima como una locomotora a toda velocidad es la crisis del sistema capitalista globalizado. Y esa sí que no la podremos evitar…
Los que conocen el tema en el propio primer mundo ya hablan de un "colapso controlado del sistema financiero global" De manera que más vale que vayamos comprendiendo de que se trata; que sepamos cuales son las graves amenazas que este colapso conlleva y – tan o más importante – cuales son las ventajosas oportunidades que también representa y que la Argentina y nuestra región podremos aprovechar si somos previsores e inteligentes.
¿Una hiperinflación planetaria?
Como todos sabemos, el gato es un animal de paso silencioso y movimientos sigilosos. Rara vez oímos indicios de su presencia hasta que decide dar sus certeros zarpasos. Por eso, si somos dueños de un simpático felino y deseamos conocer por dónde anda en nuestro hogar, existe una solución simple cual es ponerle un collar con algún elemento sonoro: literamente, "ponerle cascabel al gato". Esta simple metáfora puede ayudarnos a comprender la grave realidad actual de Argentina y del mundo.
A modo de comparación, el lector seguramente recordará la hiperinflación argentina de 1989 bajo el gobierno radical del Dr. Raúl Alfonsín. A principios de aquel fatídico año, su gobierno "rompió" con el Fondo Monetario Internacional, comportamiento que no se condijo con las pautas de lo "políticamente correcto" exigido por el sistema de la globalización que ya entonces se encontraba en plena marcha. Bastaron unas pocas semanas para que a Alfonsín se le escapara la situación totalmente de las manos. Marzo del ’89 vió una fuerte escalada inflacionaria que en Junio llegó al 115% mensual para llegar a un pico del 200% en Julio: para Diciembre habíamos llegado a la locura de una inflación anual acumulada de más del 5000%.
¿Qué fue lo que entonces pasó? El pueblo argentino percibió claramente que el gobierno emitía muchísimo más dinero del que se condecía con la economía real del trabajo, la producción y el consumo. Comprendió inmediatamente que el gobierno le estaba robando a través de una emisión monetaria sin respaldo alguno y sin control. Se dió cuenta que la Argentina dejaba de tener moneda propia: que toda la política económica del gobierno era un fraude y una mentira. Por eso, cuando teníamos algunos Australes en la mano, lo primero que hacíamos era sacárnoslos de encima: corríamos a cambiarlos por dólares – aunque fuese a billetes de baja denominación: 5, 10, 20 dólares para los atribulados bolsillos de los trabajadores que pretendían seguir comiendo en los días venidero. O sino, comprábamos cualquier cosa y a cualquier precio: a ciegas, prácticamente.
Pues el Austral había dejado de cumplir dos de las cuatro funciones clave y únicas del dinero: la de medio de intercambio de bienes y servicios, y la de unidad de medida para determinar el precio de esos bienes y servicios (25). El desastre resultó evidente: todos comprendimos que "el rey andaba desnudo"; en pocas palabras, le pusimos el cascabel al gato. El resto, es historia.
Si volvemos a nuestros días, encontraremos que aunque parezca mentira, hoy es todo el planeta el que se encuentra ante una situación análoga a la que se encontraba nuestro país en 1989. Y le vamos a explicar porqué:
Resulta que ester modelo de finanzas globales ha generado una cantidad gigantesca de dinero espúreo: dinero escriptural; dinero que solo existe en los servidores y las pantallas de computadora de los bancos, agentes bursátiles, administradores de fondos y especuladores del sistema financiero global.
Según datos del FMI, del Banco Mundial y de la Reserva Federal, recogidos por el prestigioso semanario británico "The Economist", el monto diario comercializado por ese sistema financiero global hoy excede los $ 2.000.000.000.000 (dos billones de dólares). Enfatizamos que este monto es diario y para ponerlo en su justa dimension, 2 billones de dolar diarios equivale a ocho veces el PBI anual de la Argentina y a un cuarto del PBI anual de los Estados Unidos.
Pero lo más interesante del caso es que este monto solo se corresponde en apenas un 5% a la "economía real", o sea la economía de la producción, el trabajo y los bienes reales. El 95% restante, según el gurú del management austríaco-norteamericano Peter Drucker, en su obra "La Sociedad Poscapitalista", corresponde a la "economía simbólica" que nada tiene que ver con la economía física: en buen romance, ese 95% corresponde a la especulación parasitaria; a la timba alocada del juego bursátil, de los derivatives, de las colocaciones a interés compuesto usurario, y a los miles de sofisticados instrumentos financieros cuyo sofisma procura encubrir lo que realmente son: instrumentos de especulación parasitaria.
Es este juego monstruoso y perverso que hace a la propia fibra del sistema capitalista, el que ha conducido al mundo globalizado al desastre actual de hambre, pobreza, desempleo y postración para la vasta mayoría de los atribulados habitantes de este planeta (ver recuadro).
Como un tumor canceroso maligno, el sistema financiero global hoy ha crecido a un punto tal que está por aniquilar a toda la economía mundial. La "burbuja financiera" que tanto preocupa al sistema está a punto de estallar y cuando lo haga, esta vez, arrastrará al mundo entero hacia un abismo tremendo. ¿Por qué? Porque la cantidad de "dinero" que estos instrumentos financieros creados de la nada representan, hoy excede en entre 10 y 15 veces el PBI de todo el planeta; o sea, existe muchísimo más dinero del que se corresponde con la economía real de la producción, los bienes y el trabajo. Y cuando hay un exceso de dinero en un sistema económico, el equilibrio solo puede venir de dos maneras: (a) o se lo logra "voluntariamente" haciendo desaparecer el 90% de ese dinero virtual en todas sus formas (proceso casi imposible de lograr) o (b), se lo impone "a la fuerza" a través de un sinceramiento de los precios en relación a esa cantidad real de dinero, haciendo que aquellos suban 10 o 15 veces: o sea, a través de la hiperinflación.
Hoy no quedan otras opciones que no sean las de una hiperinflación global, a través de una suerte de colapso controlado de todo el sistema financiero. Y eso va a traer muchísimos problemas para todo el mundo. Los que están al tanto de esta inminente catástrofe van tomando sus medidas preventivas: de ahí las fusiones gigantescas que se han producido en la última década entre multinacionales en todos los sectores, a fin "estar mejor preparados" para sobrellevar la tormenta venidera. Para Argentina y nuestra región será un cimbronazo como pocos pero que también representa una oportunidad si sabemos preverlo, evaluarlo y planificarlo inteligentemente. Esa hiperinflación tendrá al dólar, el euro y el yen como principales protagonistas y allanará el camino para un total rediseño del sistema financiero global con una única moneda mundial y supranacional.
Todo esto tiene a los centros de poder muy preocupados. Por eso su principal instrumento de planeamiento geopolítico global – la entidad privada Council on Foreign Relations de Nueva York – viene trabajando intensamente y al máximo nivel para defender intereses puntuales y aprovechar las ventajas que surgirán de esta hoy indetenible crisis planetaria
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